La artesanía antigua de cerámica
y porcelana fabricada en Rusia no es producto del plagio directo de aquella
producida por sus vecinos europeos. Si bien la de estos últimos
goza de mayor reconocimiento en el mundo del arte, la de los rusos es
de tipo diferente y también de buena calidad.
Pedro I el Grande, zar de Rusia entre 1682 y 1725, quien logró que su
imperio superara la depresión propia de la Edad Media, envía científicos
a China, con el propósito de adquirir los conocimientos necesarios que
permitan a Rusia producir cerámica y porcelana de calidad. Esta campaña
no tuvo éxito.
Años más tarde, la emperatriz Isabel, hija de Pedro, logra convocar
a un artesano alemán con experiencia, para fundar en San Petersburgo una
industria de cerámica al estilo holandés y de porcelana similar
a la producida en Meissen, Alemania. Este esfuerzo también resulta
inutil.
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